HEANEY, SEAMUS
Pocos
lectores dejarán de observar que el poema en el que se aclara la
significación del título, “Luz eléctrica”,
en el que se narra el descubrimiento de la luz eléctrica por parte
de un niño que había vivido en el mundo pretecnológico
de las velas y los quinqués, un mundo rural sin electricidad, aparece,
precisamente, en última posición en el libro. Comienzos
y finales de los libros de poemas se hallan siempre semánticamente
saturados. Lo último en aparecer en este libro es, pues, la “Luz
eléctrica”, pero, a su vez, la luz eléctrica es la
primera o de las primeras cosas que aparecen entre el conjunto de las
experiencias del poeta. Esta rara inversión de polaridades deja
al lector en medio de curiosas reflexiones: la luz que aparece al final
del libro ilumina retrospectivamente el resto de los poemas que se han
leído anteriormente; la luz que se proyecta desde la infancia ilumina
de forma prospectiva, incluso sin saberlo de forma consciente, toda la
vida del poeta; en ambos casos los comienzos no saben valorar su propia
importancia si no es al cabo de un largo recorrido, de poemas o de tiempo...