FORSTER, E.M.
Nadie confesaba que la Máquina era incontrolable. Año tras año se la servía con más eficacia y menos inteligencia. Cuanto mejor conocía un hombre sus obligaciones respecto a ella, menos comprendía las de su vecino, y no había en todo el planeta un solo cerebro que comprendiera el monstruo en su conjunto. Esas mentes privilegiadas se habían extinguido. Habían dejado instrucciones completas, cierto es, y cada uno de sus sucesores había llegado a dominar un fragmento de esas instrucciones. Pero la Humanidad, en su deseo de comodidades, había excedido sus límites. Había sobreexplotado las riquezas de la naturaleza. Con calma y satisfacción, iba hundiéndose en la decadencia, y el progreso había acabado significando progreso de la Máquina.
Este relato de E. M. Forster retrata los cambios que las tecnologías de la información producen en las relaciones sociales. A través de la conversación de una madre y su hijo, nos muestra un mundo en el que las personas viven enclaustradas, en pequeños cubículos bajo tierra, y auxiliadas por La Máquina. La necesidad de contacto con el mundo exterior ha sido prácticamente abolida, las relaciones que no están mediadas por la Máquina son peligrosas.