LEANTE CHACON, LUIS RAMON
«Quiero que cuentes todo. Quiero que se sepa la verdad y que cada uno reciba su premio o su castigo.»
Una novela sobre secretos y pasiones, sobre el amor por los libros, por las historias y por contarlas. Las vidas paralelas de un escritor, Emin Kemal, y su traductor, frustrado por su falta de talento literario. Y en el centro, una mujer ambiciosa a cuyo alrededor giran los dos hombres incapaces de escapar del círculo.
Un autor turco en el declive de su carrera muere en extrañas circunstancias. Su traductor al castellano se verá envuelto en la muerte del escritor y en una trama que lo obligará a destapar su propio pasado y el de Emin Kemal en Estambul. En la atmósfera de confusión flota la presencia oscura de Derya, esposa y amante.
Un conmovedor viaje por el tiempo, por paisajes y personajes que nos resultan cercanos y exóticos a la vez gracias a la habilidad narrativa de Luis Leante, Premio Alfaguara de Novela. La Luna Roja es un minucioso juego de espejos, un inquietante relato sobre la identidad y la literatura como parte de la vida
Hacía más de once años que no veía a Emin Kemal.
Y sin embargo, mientras bajaba por la rampa del
Museo de la Universidad de Alicante, no podía quitarme
de la cabeza su mirada de hombre derrotado. Tenía la falsa
sensación de haberlo visto el día de antes. No podía imaginar
que pocas horas después el escritor caería muerto
sobre la alfombra de su estudio, quizás tras una breve agonía,
espantado por lo que acababa de ver y oír. No, yo no
podía sospechar entonces lo que iba a suceder esa misma
noche, aunque no dejaba de pensar en él.
Once años antes, en 1997, Emin Kemal era ya un
hombre que se había rendido a la vida sin presentar batalla.
Su apartamento de la plaza de Manila parecía un barco
rescatado de un naufragio. Su vivienda estaba llena de
cosas inútiles que se amontonaban en las habitaciones.
Los libros se desbordaban de las estanterías y quedaban
apilados en el suelo de los pasillos, en los asientos, bajo su
mesa de trabajo, a los pies de la cama. Hacía tiempo que el
escritor apenas salía a la calle. Pasaba días enteros en pijama
y caminaba de un sitio a otro de la casa arañando las
alfombras con unas pantuflas mugrientas que reforzaban
su imagen decrépita.
En la primavera de 1997, las visitas al apartamento
del escritor turco me resultaban cada vez más costosas. Me
marchaba cada día con una inexplicable amargura, con la
sensación de derrota que Emin Kemal me transmitía desde
hacía tiempo. Era como volver a casa después de bailar unas
horas con la muerte, como gastar energías en dar esperanzas
a un moribundo. Hacía meses que me había propuesto
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no volver a su casa, no atender a sus llamadas, borrarlo de mi
vida para siempre. Pero no lo conseguía; no era capaz de romper
de forma definitiva con todo lo que me unía a aquel
hombre que coqueteaba con la demencia. A menudo me
llamaba en mitad de la noche sin reparar en la hora. Descolgaba
con la seguridad de que era él y me mantenía a la
espera de que rompiera su silencio, un silencio prolongado,
como de agonía, que terminaba con una frase cavernosa:
-René, amigo...
-Dígame, maestro -le contestaba con una paciencia
fingida.
-¿Qué haces, amigo mío?
-Estaba durmiendo, maestro. Son las cuatro de
la madrugada.
-¿Tan tarde? -preguntaba, y enseguida se olvidaba
del detalle de la hora-. ¿Qué te ocurre, René? ¿Estás
enfermo?
-No, maestro. Estoy bien. ¿Por qué me lo pregunta?
-Entonces, ¿por qué no vienes a visitarme? No
puede ser que tengas tantas ocupaciones que te impidan
pasar un rato por aquí.
-Estuve ayer en su casa, maestro. ¿Ya no lo recuerda?
Un silencio de confusión al otro lado de la línea.
Una tosecita nerviosa, un amago de disculpa.
-¿Ayer?
-Sí, maestro. En realidad no hace más de diez
horas que estuvimos juntos.
-¡Ay, René...! René, amigo...
-¿Qué ocurre, maestro?
-Nada, no es nada. Seguramente tienes razón.
Ahora lo recuerdo. ¿Estuvimos hablando de...?
-Sí, maestro, de ella...
Siempre hablábamos de ella. No había conversación
en que ella no apareciese. Siempre ella, ella... La in13
nombrable, la perdición, la causa de su ruina y su dolor:
nuestro dolor.