SAINT-SIMON
En junio de 1721, el Regente de Francia confió a Louis de Rouvroy, duque
de Saint-Simon, el encargo de viajar a España como embajador extraordinario.
Su misión consistía en la delicada tarea de pedir la mano de la
infanta María Ana Victoria (hija de Felipe V y su segunda esposa, Isabel
de Farnesio) para el futuro rey de Francia Luis XV. En juego se encontraban las
futuras relaciones entre las dos monarquías.
La embajada del duque de Saint-Simon se convertiría en el episodio culminante
de su carrera política. Su recompensa fue el título de Grande
de España para sí y para el menor de sus hijos, siendo agraciado
su primogénito con el toisón de oro. Igualmente, su exitosa labor
contribuyó a reafirmar el tratado de amistad entre las cortes hispana
y gala, firmado el mes de marzo anterior.
Celoso defensor del papel de la nobleza, profundo conocedor
de las sutilezas de la etiqueta de la corte y escritor torrencial, el duque
de Saint-Simon incluyó en sus Memorias un pormenorizado relato
de su embajada española, cuya lectura atrapa literalmente al lector para
ofrecerle una de las más «originales, profundas y fuertes»
(Azorín) visiones de la España de la época, en un relato
que aúna, enlazadas por un espíritu singularmente cáustico,
«la grandeza, la observación y la comicidad» (Gil Albert).