LEMAÎTRE, JULES
Los hombres que se preparan una tumba en parajes singulares y solitarios son, o grandes orgullosos o espíritus divididos a los que atormenta la necesidad apasionada de silencio y reposo. Nunca, desde su infancia, conoció Chateaubriand la paz interior. Todo en él fueron contradicciones, luchas dolorosas, alternativas, desgarramientos. Tuvo amor a la libertad y afición a la autoridad, ambición del poder y sentimiento del vació, respeto temeroso del matrimonio y deseo de la aventura. Desdeñó la acción y quiso los triunfos que la acción procura, despreció la imaginación y halló en ella su único refugio, unió la más negra melancolía a la alegría más infantil y la violencia de los sentimientos a la majestad de la expresión. Hombre del siglo XVIII y maestro del XIX, discípulo de Rosseau y restaurador del Cristianismo, libertino y creyente, durante toda su vida osciló entre la fe y la duda. Monárquico, escogió por amigos de su vejez a los enemigos de la monarquía, creador y modelo del René, destilador del veneno romántico, apareció ante sus amigos: Joubert, Molé Fontanes, como la más lúcida, la más clásica y la ma´s realista de las inteligencias. Fue, en fin, como la mayori´a de los grandes espi´ritus, un ser infinitamente complejo, que, en la mezcla ardiente de sus pasiones, encontro´ los elementos de los contradictorios personajes que, en sucesivos momentos de su vida, encarno´ con plena sinceridad.