J. M. ADOVASIO
Cualquiera que haya visitado un museo de Historia y se haya preocupado por los orígenes del ser humano está acostumbrado a observar imágenes de fi eros cazadores que intentan matar presas, mientras las mujeres aguardan sentadas delante del fuego cerca de la caverna. El sexo invisible, fi rmado por tres expertos de renombre internacional en el estudio de los objetos que acompañaban a nuestros ancestros en su vida cotidiana, demuestra que el rol de las mujeres fue mucho más activo en el Paleolítico, que ellas fueron las encargadas de elaborar los instrumentos de caza y que, por otro lado, los hombres también se dedicaban en muchas ocasiones a trabajos sedentarios, como coser pieles y redes. En manos de las mujeres, además, estuvo desde siempre el rasgo que nos distingue como humanos: el desarrollo del lenguaje y de los modos de comportamiento social.
Más allá de los tópicos que nos asedian desde los manuales al uso, este texto insólito demuestra que el «sexo invisible» tuvo mucho que hacer y decir ya en los tiempos en que el feminismo aún estaba por inventar.
