PETIT, CAROL
Tras años de búsqueda, Alberto Márquez se había establecido en Nueva York y en tan solo año y medio su atelier, Silk, ya era el lugar más preciado para las mujeres ricas de la gran manzana. Sesiones exclusivas en las que solo él decidía quién, cómo, cuándo, qué y ahora reclamaba la ayuda de la joven señorita Lavigne para hacer crecer su negocio.