SIMENON, GEORGES
Escrita en 1949, El
fondo de la botella comienza con la clásica advertencia de que los
personajes que aparecen en ella son ficticios; en vano. Los biógrafos de Georges Simenon aseguran que éste
vivió, junto a su hermano Christian, una situación parecida a la descrita en
esta obra; simplemente, Simenon
traslada a ella lo ocurrido en París, en la primavera de 1945, cuando su
hermano, comprometido con el colaboracionismo y condenado por asesinato tras un
consejo de guerra, acudió a él. Porque,
digámoslo ya, esta novela trata de la culpa y de las complejas
relaciones entre hermanos, tema que tocó ya en La nieve estaba sucia
(Andanzas 218), escrita unos meses antes de El fondo de la botella.
Cuando las lluvias torrenciales de
julio llenan el cauce del río Santa Cruz, que cruza la pequeña ciudad
fronteriza de Tumacarori (Arizona), es imposible pasar a México. Donald, que ha escapado de la prisión
-donde cumple condena por asesinato-, ha escogido un mal momento para
refugiarse temporalmente en el rancho de su hermano Patrick. Nada tienen en común, salvo una inmoderada afición a la
bebida y el extraño desapego que sienten ante la vida. Patrick, además de abogado y rico propietario, es ahora deputy sheriff; Donald, el
hermano pródigo, es en cambio un fugitivo que ha de cruzar el río a toda costa.
Así comienza este drama en torno al amor entre hermanos, que cobra visos de western trágico y que, al igual que el
inacabable desierto que constituye el decorado, nos retrata uno de los
universos más desesperados de Simenon.