QUERALT, MARIA PILAR
Fernando VII (1784-1833), déspota, enfermo, populista, austero, carente de firmeza, medianamente inteligente y aceptablemente culto, es sin duda uno de los mayores enigmas de la historia de España. ¿Cómo es posible que un rey inmaduro, cobarde, sin atractivo físico, voluble de carácter y arbitrario en sus decisiones pase a la posteridad con el sobrenombre de el Deseado? Entra aquí la leyenda. Si Fernando consiguió el afecto de su pueblo fue debido al mito que se creó en torno a su persona: hijo traicionado por una madre disoluta en favor de su amante Godoy, viudo precoz y prisionero del enemigo francés, apareció ante la imaginación popular como el libertador del tirano Godoy y como el vencedor de Napoleón. El pueblo quiso olvidar sus indecisiones, su despotismo, su arbitrariedad. Prefirió, ante el asombro de intelectuales y liberales, gritar «Vivan las caenas» que destruir un espejismo gracias al cual pudo resistir al poderoso e invencible corso. Tras la derrota del emperador francés, el reinado de Fernando VII se caracterizó por una feroz represión contra los liberales, numerosos pronunciamientos, la «década ominosa» y la intervención de los «Cien mil hijos de San Luis». Con su muerte acaba el Antiguo Régimen y se inicia una nueva etapa en la historia de España. Goya supo, como nadie, captar esa figura contradictoria: tras una majestuosa apariencia asoma el hombre de mirada torva...