RIVALLO PENA, DANIEL
EL mecanismo del hombre vulgar es análogo al de una cafetera clásica: a una cierta presión, la voluntad se mezcla con la estupidez y acaba saliendo el idiota. Cuando hablas contigo mismo, el verbo se hace carne. EN el principio fue el hashtag, después llegaron los exégetas y descubrieron que no había nada dentro.