BYRON, LORD
Es éste un
libro inusual, por su contenido, y porque en su elaboración han participado,
además de Byron, dos escritores de gran prestigioá: Jaime Gil de Biedma y Eduardo
Mendoza. En efecto, de la ingente correspondencia del primero, el poeta Jaime Gil de Biedma hizo una selección muy personal, que se proponía
traducir y prolongar. Su muerte, ocurrida en 1991, le impidió llevar a cabo
este proyecto, que años más tarde retomó el novelista Eduardo Mendoza. De éste es la
magnífica traducción de las cartas, así como el prólogo, que permite acometer la lectura de este excepcional y
cautivante documento con una imagen cabal de la figura de George Gordon Byron (1788-1824), el gran poeta del romanticismo
inglés, y de las circunstancias personales e históricas en que se inscribe esta
fracción de su correspondencia.
Las cartas seleccionadas
corresponden al periodo veneciano de
la vida de Byron, es decir, el que
se inicia en 1816 con la llegada del poeta a Venecia, «la isla más verde de mi
imaginación», fugitivo de la sañuda persecución de sus compatriotas. Tres años
de exilio, dolorosos y fructíferos -en los cuales escribió, entre otros muchos
poemas, Manfred y Don Juan,
seguramente su obra maestra-, y también años turbulentos y escandalosos, que
culminaron, tras una infinidad de incidentes y de no pocos lances amatorios de
corte tragicómico, en su apasionado
idilio con la condesa Teresa
Guiccioli, tras cuyos pasos Byron abandonó
Venecia definitivamente en 1819.
á
Las cartas,
desenfadadas, agudas, vehementes, a veces patéticas, y siempre de una conmovedora
sinceridad, nos revelan las diversas facetas de la personalidad del autor, sus
peripecias amorosas, su preocupación por el dinero y por la edición de las
obras, sus opiniones literarias y, sobre todo, sus apasionadas relaciones con
los destinatariosá: su ex esposa, su hermana Augusta, sus amigos y su editor, entre otros.
á
Por añadidura,
como dice Eduardo Mendoza en el prólogo,
esta correspondencia «constituye un relato insólito y particularmente vívido de
aquella Venecia decadente, turbia, depauperada y licenciosa, que los turistas
procuraban sortear».